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miércoles, junio 28, 2006

La telaraña

Me siento en el bordillo, llueve - me gusta que sea así-. Apuro el cigarro, apenas me queda tabaco y tampoco tengo posibilidades de conseguir más. Intento respirar hondo, pero se hace duro.

La estoy mirando fijamente, cada hilo parece fino, sencillo, recto, fácil. A veces mirando a los extremos veo cinco líneas paralelas y las gotas que resbalan por ellas parece que componen música. Mirando a través veo los símbolos, las líneas, el código, y casi puedo entenderlo, pero la vuelvo a enfocar. Cada hilo de forma enrevesada se cruza con otro y lo corta, hasta formar una intrincada red.

La tejedora está en medio, ha salido de mi cabeza, observa su creación con orgullo, una gran representación y a la vez una gran realidad. Ella se ha convertido en un gran enemigo.

Desenmarañar hilo a hilo la red va a ser una de las mayores tareas a las que me he enfrentado. Quizás no sea la forma, quizás pueda acabar viéndola como un conjunto, mirarla desde fuera y ver no un hilo entretejido, sino una entidad. Pero quizás sea demasiado corta de vista.

miércoles, junio 21, 2006

Un entierro

No me gustan los entierros, sé que a la mayoría de la gente tampoco le gustan, pero en mi caso es distinto. No tengo problema en asumir que alguien ha muerto y hay que cavar un hoyo, ya he tenido que cavar varios. El problema es que por motivos que todavía no comprendo, los que yo entierro no suelen quedarse mucho tiempo bajo tierra. Por eso mismo, mientras el cadáver este fresco suelo dejarlo en el altar, al menos un tiempo.

- Ya ha llegado la hora.
- ¿Y si se levanta? No quiero que vuelva a dar señales de vida.
- No lo hará.
- Eso no lo sabes.

Puede que tenga razón, ya es hora, hace días que murió, por mi propia mano, o quizás por la suya, hay veces que no estoy segura. Además era un demonio, pero esos son los peores, son los primeros en levantarse.

Empiezo a cavar, a cada segundo vuelvo a mirar el cadáver, esperando que se levante, la intuición me dice que se levantará, pero sigo cavando. Menos mal que el primer hoyo lo cavé hondo, claro es que lo cavé demasiadas veces. Queda poco, un par de paladas más y tenemos el entierro.

No hay música en este funeral, nadie cantará por un muerto como éste, no habrá cortejo fúnebre ni celebración alguna. Sólo una chica con las manos llenas de tierra, y una extraña sonrisa en la cara.

lunes, junio 19, 2006

Una mañana

El edificio parecía estar abandonado, apenas recordaba nada de la noche anterior, estaba sentada en una esquina con los pantalones vaqueros desgarrados y una camisa que no era mía. De vez en cuando imágenes de pelea, de fuego y de huida vienen a mi mente, pero no logro mantenerlas, y no consigo conectarlas. Tanteo el bolsillo de la camisa y encuentro un paquete de tabaco, no es lo que suelo fumar pero consigo encenderme uno, poco a poco las imágenes dejan de aparecer.

Intento incorporarme, me duele todo el cuerpo, camino con cuidado por la gris habitación para no clavarme los cristales en los pies descalzos, el dolor de pies me indica que anoche llevaba tacones, pero ni idea de dónde pueden estar. Busco instintivamente una gomilla en mi muñeca, para recogerme el pelo, me doy cuenta de que ya lo he recogido todo lo que he podido. Necesito un café.

Bajo unas escaleras de madera que crujen demasiado y salgo a la calle. A mi alrededor nadie murmura, ni me señala, creo que por ésto adoro esta ciudad. Entro en una cafetería y pido un café, agua sucia, pero algo es algo. Un poco de agua en la cara, y salgo a la gris luz del día. Me queda un largo camino a casa.

viernes, junio 16, 2006

Una visita al cementerio

Hoy visité a alguien que hacia mucho que no visitaba, murió, pero ésa no es excusa para no hacer una visita de vez en cuando. Con el cielo de color gris plomo se hace difícil distinguir si es de día o de noche, y la niebla que cubre hasta la rodilla hace difícil no tropezarse con las lápidas. Supongo que para alguien que tiene más asumida la muerte que la vida, éste es el lugar idóneo para pasar la eternidad.

Estaba cantando, como siempre, revuelve el alma, un coro entero parece cantar un requiem, su magia siempre ha sido muy poderosa. Comparados con los problemas que se tiene estando muerto, los problemas de los vivos parecen triviales, aun así, siempre me ha escuchado.

- ¿Ya te has cansado de la vida? ¿Vienes a acompañarme?
- Todavía tengo cosas que hacer, ya lo sabes.
- Pero tenía que intentarlo.
Sonrío. Las conversaciones siempre empiezan igual.
- Entonces vienes a contarme problemas de vivos.
- Sí.
- Sabes que no los comprendo.
- Los vivos tampoco, y aun así los crean.
Sonríe.
- Los vivos siempre tan aburridos que necesitan crearse sus propios problemas.
- No sé si es aburrimiento o insatisfacción propia.
- Es aburrimiento créeme.
- Por eso me gusta el mundo de la oscuridad, aquí se trata igual a un ángel que a un demonio, por muy distintos que sean y por muy distinto que actúen, las consecuencias son iguales para todos, luchen del lado del bien o del mal, o simplemente no luchen y observen, incluso si luchan para ambos bandos.
- Y entonces ¿por qué elegiste bando si podias ser de ambos?
- Porque tengo unos principios.
Ríe.
- Una vez se acaba la vida, se acaban los actos y solo queda el pensamiento, los principios de actuación carecen de sentido. Los actos desaparecen y aparece la persona.
- Pero mientras viva mis actos me definen.
- Por eso no entiendo que sigas viviendo, yo sigo aquí esperándote.
- El tiempo significa poco para tí.
- Te equivocas, aquí el tiempo es todo, es la eternidad.
- Pronto estaré contigo.
- Te equivocas otra vez, sabes que todavía tienes cosas que hacer.
Sonrío. Las conversaciones siempre acaban igual.

Habiéndome acostumbrado a la niebla tropiezo menos de vuelta. Es agradable hablar con muertos de vez en cuando.

lunes, junio 12, 2006

Viaje al mercado de las hadas

Volvía sola del centro de la ciudad, el cielo empezó a teñirse de naranja, busqué - como hago siempre - el sol. Y allí estaba, enorme, rojo, como nunca hasta entonces lo había visto. Fue entonces cuando me di cuenta de que no hacía falta que yo la buscara, la magia me encontraría por su cuenta. Sentí el viento en mi cara y casi pude oir el susurro que hace la magia cuando se mueve.

Sólo era cuestión de tiempo que me indicara a dónde ir, y fue uno de los seres del mundo de Titania quién me buscó y me invitó al mercado de las hadas. No estaba segura de como saldrían las cosas, pero no podía dejar de ir. Pronto me encontré viajando por el submundo, entre tubos de frío metal, bajo tierra, iban a ser tierras extrañas, pero estaba deseándolo.

Lo primero que encontré fue el Libro de los Muertos, escrito en lengua antigua, custodiado por personas que no podían entender el poder que tenía. Después, entre anacronismos, descubrí a Lady Godiva, bajo un sol más propio de las tierras de las que yo procedo. Y seguí viajando, atravesé el río y volví a sumergirme, esta vez sola y de noche, en el submundo.

Por fin amaneció el día que precede a la luna llena, y llegamos al mercado de las hadas, no sabía que estaba buscando, pero sabía que encontraría algo. Ya nos íbamos cuando le oí llamarme, una voz que conocía, pero era distinto. Un ser que solía acompañarme, mi dragón, había crecido y tenía alas - como yo -, pero aún así lo reconocí, y por el precio del símbolo de la vida lo llevé conmigo. Una vez fue el custodio de la magia que yo tenía, fue el guardián de su poder, y quizás pronto vuelva a serlo.

Volví a casa, ya de noche, acompañada del dragón y de la magia, justo a tiempo para ver abrirse el portal y sonreir a mis dos damas.

jueves, junio 08, 2006

La Nada

Me tropiezo un par de veces más por el estrecho sendero que atravieso. Ya queda poco, el desvío que tomé se acerca a su fin. Levanto la cabeza al cielo, tan gris que apenas puedo distinguir que hora es. Me siento a descansar.

Miro hacia atrás, el camino ha tomado muchas curvas pero ahora parece recto, veo cada piedra con la que me he tropezado. También veo las cruces de madera de la gente que enterré, agacho la cabeza.

Estoy entera, más entera de lo que nunca he estado, y aún así noto que me faltan muchas cosas. Lo que más echo en falta es mi magia, tuve fé ciega en que nunca se agota, pero olvide que había algo que la consumía, la nada. Encontré la nada en mi última lucha, un vacío sólido que no había conocido antes, siempre la había visto de lejos pero nunca me había acercado como para sentirla. Creí que era una lucha como cualquier otra, y que perdería sangre - siempre ha sido lo primero que pierdo - creí que a estas alturas sentiría la llamada de la sangre, y que no podría resistirla. Pero encontré a la nada, y en desesperación usé la magia para llenar ese vacío infinito. Hice un trueque con la nada, y me llevé lo que me dió.

Sé dónde se encuentra - la nada -, sé exactamente dónde se encuentra, conozco su portal y conozco los medios para llegar a ella. Conozco las consecuencias y conozco a su guardián. Pero no voy a ir a buscarla.

Claro que no puedo vivir sin la magia, ¿pero qué clase de ser de la oscuridad sería si no supiese encontrar una fuente que me la proporcione? Conozco algunos de los secretos de la vida, y pronto la magia me buscará a mí, porque pertenezco a ella.

miércoles, junio 07, 2006

Tres espíritus (III)

El espíritu del futuro

Sonaron tres campanadas, las tres. El Espíritu se aproximaba con paso lento, grave y silencioso. Era alto, tenía el pelo largo y moreno, los ojos claros y los rasgos arábigos. Le rodeaba una nube de humo, quizás del cigarrillo que sostenía, pero parecía cargada de penumbra y misterio. Extendió la mano hacia mí.

- ¿Estoy en presencia del Espíritu del Futuro?

No dijo nada y siguió con la mano extendida. Entre el humo le seguí y empecé a escuchar voces.

-¿Cómo estás? -dijo uno.
-¿Cómo estás? -replicó el otro.
-Bien. Al final la niña tiene lo suyo, ¿eh?
-Eso he oído. Hace frío. ¿verdad?

Las voces fueron acallando y pronto sólo había silencio. Entre el humo empecé a distinguir lápidas, estaba en un cementerio. El enterrador estaba cavando una tumba, y el espíritu señaló con el dedo la lápida. No me atrevía a mirar.

- Antes de acercarme más a esa piedra, respóndeme a una pregunta: ¿Es todo eso la imagen de lo que será o solamente la imagen de lo que puede ser?

El Espectro siguió señalando a la tumba junto a la cual se hallaba.

- Las decisiones de los hombres simbolizan ciertos objetivos que, si perseveran, pueden alcanzar pero si se apartan de ellas, los objetivos cambian. ¿Ocurre lo mismo con las cosas que me muestras?

El dedo se dirigió de la tumba a mí y de mí a la tumba. Tropiezo, caigo al hoyo y se cierra la tapa del ataud, empiezan a echar tierra encima. Yo grito arañando y golpeando las paredes.

- ¡Aún sigo viva! ¡Aún sigo viva! ¡Seguiré luchando!

Me despierto de un sobresalto, estoy en la cama, pero tengo una quemadura de cigarro en brazo, y las uñas llenas de tierra, aún me falta el oxígeno. Creo que esta vez he gastado una de mis vidas.

martes, junio 06, 2006

Tres espíritus (II)

El espíritu del presente

Me despertaron dos campanada, las dos. Un montón de recuerdos vinieron a mi mente, un tremendo mareo me hizo cerrar los ojos. Cuando los abrí él estaba allí. Alto y delgado, piel blanca llena de pecas, pelo castaño y una sonrisa traviesa.

- Soy el fantasma del presente.
- Espíritu, lleváme a donde quieras. Ya he salido esta noche a la fuerza y he aprendido una lección que está haciendo efecto. Si tenéis que enseñarme algo, sacaré provecho.

Me agarra de la mano y me saca volando por la ventana, volamos por encima de los edificios de esta gris isla, por encima de las nubes, atravesando el mar y llegando y a tierras donde brilla el sol. Allí veo a una princesa y una gárgola de piedra, parece un cuento de hadas, emanan felicidad. El fantasma volvió a agarrarme de vuelta a la habitación.

- ¿Tan corta es la vida de los Espíritus?

- Mi vida sobre este globo es muy corta -replicó el Espectro-. Esta noche termina.

Tres espíritus (I)

El espíritu del pasado

Me despertó una campanada, la una. El recuerdo de un espectro que me había visitado estaba borroso en mi mente, ¿lo había soñado? La ventana estaba abierta, y blancas cortinas flotaban al son del viento. Una figura de baja estatura se recortaba a contraluz en la ventana. Vestía de negro, tenía el pelo largo, y una sonrisa misteriosa.

- ¿Eres tú el espíritu cuya venida me han predicho? - Las palabras no eran mías, pero procedían de mi boca.
- Lo soy.
- ¿Quién y qué eres tú?
- Soy el espíritu del pasado.

De repente la habitación desapareció, nos encontramos en unos jardines, el sol brillaba, y dos chicos estaban tumbados en el cesped, ella temblaba. El chico la besó. Todo volvió a cambiar y volvía a ser de noche, era un callejón que daba a los muros de un castillo, ella lloraba desconsoladamente en brazos del mismo chico. Más tarde estabamos en un retorcida calle, perdida, la misma chica otro hombre, esta vez ella devolvió el beso. Otra vez en las proximidades del muro del castillo, una manta de agua caía del cielo, y la que lloraba no era ella.

- ¡Espíritu! ¡No me enseñes más! Llevame a casa. ¿Por qué disfrutas torturándome?
- Una sombra más.
- ¡Más no! Más no. No quiero verlo. ¡No me enseñes más!

Era una cuesta, un chico tímidamente le coge la mano a la chica, ella sonríe. Otro cambio más, un lugar muy familiar, nadie llora, ella se levanta y se va, enciende un cigarrillo en cuanto él está fuera de vista.

- ¡Déjame! ¡Llévame de vuelta! ¡No me atormentes más!

Vuelvo a estar de vuelta a la habitación, me envuelvo en mi manta, estoy temblando, tengo ganas de vomitar. El espíritu no está, cierro los ojos, y me vuelvo a dormir.

domingo, junio 04, 2006

Paria

El camino se había convertido en una carretera de piedra, y a mi alrededor se erguían altas paredes de piedra gris, hasta que se confundían con el cielo, del mismo color. Mis botas resonaban contra la piedra del suelo, y el eco se amortiguaba por la espesa niebla que lo cubría todo. Es curioso como la niebla suele apostarse más en las ciudades que en los bosques de los que vengo.

Vuelvo a agachar la cabeza, dejando que el pelo me cubra la cara y la capa me esconda por completo. No es que me estén buscando, pero estoy huyendo. Oigo pasos, ojala sea un demonio, pero no lo es, y su cara de desprecio me destroza, gira la cara para no verme más. Mejor así.

Tienen razón, pero pasa siempre, los seres como yo no deben estar con personas, atraen demonios y sombras, y todo acaba muerto alrededor. Yo siempre salgo ilesa, pero dejo detrás demasiado dolor como para ser soportado por los humanos. Y vuelvo a huir.

Me detengo a descansar un segundo, y miro atrás, por un segundo, deseo ser ellos, pero en un mundo donde buscan la tranquilidad, una guerrera es siempre una proscrita.

sábado, junio 03, 2006

La maldición

Había llegado el momento final, aquella batalla que llevaba retrasando. Me reclamaban en otro sitio, me dijeron que no fuera, pero era mi batalla y quería librarla. Conocía a mi demonio, y mis premoniciones se cumplirían.

Me enfrenté a mi demonio con las manos desnudas, con veneno en el cuerpo, y con mi alma adormilada. Él lo sabía, estaba en las mismas condiciones, pero a él le favorecían. La batalla fue dura, y sabía quien la ganaría. Pronto apareció la espada de luz en mis manos, y me decidí a dar la estocada final.

Hinqué la rodilla en el suelo, un hilo de sangre brotaba de mis labios, le había atravesado, pero era mi corazón el que brillaba en la espada. Observé la espalda del demonio mientras se marchaba, y unas palabras brotaron de mis labios.

"Tu sangre es mi sangre
tu final es mi destino
tu voluntad es mi fuerza
y mi alma tu juicio

yo traicioné al cielo
tú traicionaste tu decisión
yo renuncié a lo que me esperaba
tú renunciaste a tu misión

ahora el tiempo es tu juez
ahora el cielo es el mío
ahora ambos somos testigos

soy tu condena
soy tu perdición
soy tu final."

"Porque no brota sangre de la herida, porque el muerto sigue en pie."