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sábado, junio 03, 2006

La maldición

Había llegado el momento final, aquella batalla que llevaba retrasando. Me reclamaban en otro sitio, me dijeron que no fuera, pero era mi batalla y quería librarla. Conocía a mi demonio, y mis premoniciones se cumplirían.

Me enfrenté a mi demonio con las manos desnudas, con veneno en el cuerpo, y con mi alma adormilada. Él lo sabía, estaba en las mismas condiciones, pero a él le favorecían. La batalla fue dura, y sabía quien la ganaría. Pronto apareció la espada de luz en mis manos, y me decidí a dar la estocada final.

Hinqué la rodilla en el suelo, un hilo de sangre brotaba de mis labios, le había atravesado, pero era mi corazón el que brillaba en la espada. Observé la espalda del demonio mientras se marchaba, y unas palabras brotaron de mis labios.

"Tu sangre es mi sangre
tu final es mi destino
tu voluntad es mi fuerza
y mi alma tu juicio

yo traicioné al cielo
tú traicionaste tu decisión
yo renuncié a lo que me esperaba
tú renunciaste a tu misión

ahora el tiempo es tu juez
ahora el cielo es el mío
ahora ambos somos testigos

soy tu condena
soy tu perdición
soy tu final."

"Porque no brota sangre de la herida, porque el muerto sigue en pie."

2 Comentarios:

Blogger RaveN piensa...

El Príncipe de Persia, cuando era muy pequeño me enseñó una gran lección:

Nunca luches contra tí mismo. Si lo haces, estás sentenciado.

Y aprendí a guardar la espada (aunque no sea del todo cierto).

12:46 a. m.  
Anonymous Anónimo piensa...

Vencerte a tí mismo es la única manera de crecer, pero sin olvidar que no vas a ganar siempre... y en muchos casos, se debe perder una batalla para vencer la guerra.

11:51 a. m.  

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