order-bottom:1px dotted #544;

miércoles, julio 26, 2006

Juegos de azar

-¿Apuesta señorita?
Muevo las fichas, apuesto al negro, por supuesto. Y vuelvo a perder, demasiadas vueltas de la ruleta en rojo, desafía al azar.
- Es que prefiero el rojo - una voz sensual detrás de mí.
Me vuelvo, dos veces en menos de un mes, algo está pasando.
- Supongo que todo esto es cosa tuya. ¿Otro regalo?
- Sí, preciosa, pero esta vez, tú eres el regalo.
- ¿Desde cuando me he convertido en tu sicaria?
Ríe, su risa suena dulce y despreocupada, casi inocente. La mentira siempre tiene un bonito disfraz.
- Desde que vencimos juntos a los demonios del espejo, es tu forma de pagarme. - Me mira, me levanta suavemente la barbilla para que le mire a la cara - No creerías que eras tan guapa, ¿verdad?. - Agacho la cabeza - ¡Oh! Lo creías - sonríe con dulzura - ¡qué mona!
Por un momento miro el suelo. Lo hace queriendo, quiere herir mi orgullo, para volverme vulnerable, lo que no que no quiere decir que no sea cierto lo que dice. No hay mejor mentira que la que se envuelve de verdades. Me enfrento de nuevo a la conversación.
- ¿A cuántos has ganado gracias a mí?
- No sé, muchos, pero tú lo debes saber mejor que yo, seguro que hasta te sabes los nombres.
Agacho la cabeza, tiene razón, sicaria o no, juego de su lado.
- Pues se acabó, renuncio, búscate otro juguete, lárgate de mi lado.
- Como quieras.
Se da media vuelta y da tres pasos alejándose. Se para, gira la cabeza, lo justo para que se le mueva el pelo y se le vea el perfil y con una dulce voz, habla.
- Pero recuerda, que en el amor y el deseo, ningún juego tiene reglas.